sexta-feira, 24 de junho de 2011

Cuando un residuo dejar de serlo


Por: Clemente Álvarez

Un vehículo fuera de uso compactado Lo que aparece en esta imagen es un coche. Un vehículo fuera de uso prensado y empaquetado. O lo que es lo mismo: un residuo. En este cubo compactado hay de media, según la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), un 70% de acero, un 7% de aluminio, un 2% de cobre y una mezcla de compuestos no metálicos como plásticos, gomas, vidrio, madera… ¿Cuándo un material deja de ser considerado un residuo para convertirse de nuevo en un producto? Hasta ahora no había unos criterios claros que delimitaran esta cuestión. Sin embargo, esto ha empezado a cambiar en la Unión Europea para tres metales: el hierro, el acero y el aluminio.

El concepto de fin de la condición de residuo fue introducido por la directiva 2008/98/CE y constituye una de las novedades que incorpora la nueva Ley de Residuos aprobada esta semana en el Senado. Para determinar qué desechos y bajo qué condiciones pueden ser tratados como un producto normal, sin los controles y limitaciones que deben cumplir los residuos, se encargó un estudio al Institute for Prospective Technological Studies (IPTS), ubicado en Sevilla. De esta forma hace unos meses se aprobó el primer reglamento europeo con los requisitos para que dejen de ser un residuo las chatarras de hierro, acero y aluminio. Pero se espera que sigan pronto este mismo camino el cobre, el papel, el vidrio o el compost.

¿Qué ocurre en el caso del acero de un vehículo fuera de uso? Volvamos al coche empaquetado de antes. El proceso normal seguido en un desguace con un automóvil es extraer los elementos peligrosos (líquidos, batería…) y luego compactarlo para que pueda ser más fácilmente transportado hasta una de las 25 plantas fragmentadoras existentes en el país. Allí será despedazado y triturado en cuestión de segundos hasta dejarlo convertido en trozos de menos 15 centímetros. Es una vez hecho añicos el coche, cuando se pasa a separar los distintos materiales, utilizándose electroimanes para recuperar el acero.

Hasta ahora, el acero de un vehículo fuera de uso era considerado un residuo hasta que era fundido de nuevo en una acería para transformarlo en algo nuevo. Con la nueva normativa que entrará en vigor el próximo mes de octubre, la FER explica que esos trozos de acero del tamaño de una pelota de tenis que salen de la planta fragmentadora ya no serán un residuo, sino un producto igual que el se usara por primera vez.

“Cuando un material es un residuo debe cumplir una normativa específica, con unas cargas administrativas, además tiene peor imagen que si fuese un producto”, comenta Peter Eder, investigador responsable del equipo del IPTS que ha trabajado en la definición de criterios para dejar de considerar como tal un residuo. “Al quitar restricciones se hace más competitivo el reciclaje y entonces el mercado va hacer más esfuerzos por recuperar la chatarra”.

En el caso de una lata de bebida de aluminio que se tire al contenedor amarillo, ésta dejará de ser un residuo tras su clasificación y procesado en una planta de recuperación. Y en el de un cable de aluminio, cuando haya sido triturado y separado del plástico. Como incide Eder, uno de los requisitos exigidos es que esos materiales no tengan impurezas que puedan causar problemas ambientales. “La empresa que quiera vender ese material como producto y no como residuo tiene que demostrar que tiene suficiente calidad”, incide este investigador, que destaca también la importancia de concretar unos criterios comunes europeos. “Hay países que consideran cierto tipo de compost como residuo y otros no, esto crea confusión y perjudica el mercado de reciclaje”.

Todo esto tiene muy diversas implicaciones. Una de ellas es que un producto tiene también menos restricciones para importarse o exportarse que un residuo. ¿Se puede perder el efecto positivo del reciclaje por incrementarse todavía más el mercado internacional de estos materiales? Esta ha sido una de las cuestiones analizadas por el IPTS. “Para el medio ambiente no es tan importante si ese aluminio se queda en Europa o se va a China, la diferencia es pequeña. Lo que sí supone una diferencia grande es si el aluminio se produce a partir de chatarra o si hay que extraer nueva materia prima, siempre va a ser preferible el reciclaje, el ahorro de emisiones de CO2 se produce aquí y también en China”, comenta el investigador.

Esto parece claro en metales como el aluminio, pues para producir lingotes de este metal a partir de chatarra se necesita un 5% de la energía que la que hace falta con la materia prima original. Ahora bien, qué pasa con otros materiales, como el papel recuperado de los contenedores azules, que ya se exporta en gran medida hacia Asia. “Los países europeos importamos muchos productos de China y muchos de ellos tienen un embalaje de cartón. Nosotros importamos cantidades importantes de cartón de esta forma, que después aquí se convierten en residuo”, incide Eder. “Tiene mucha lógica que ese material vuelva a China para que se pueda producir de nuevo cartón en vez de recurrir a explotaciones forestales”.

Cada vez resulta más evidente que lo que se ha tratado genéricamente como residuos son en realidad una fuente de materias primas. ¿Afectan estos cambios de alguna forma al consumidor? “Con estos materiales en principio no cambia nada. Posiblemente, la demanda de esos materiales puede aumentar en el futuro y puede haber más incentivos para que el consumidor separe. No sé si en el futuro se puede dar una mayor recompensa al consumidor, al que ahora no se le paga. Nosotros no entramos en eso”, comenta el investigador.

Londres ratifica su futuro nuclear pese a Fukushima



El Gobierno prevé construir ocho centrales para 2025

EL PAÍS - Londres - 24/06/2011


A diferencia de Alemania, el Gobierno británico confirmó su apuesta por la energía nuclear al publicar ayer sus planes energéticos nacionales, que incluyen la construcción de ocho nuevas centrales para 2025 en sustitución de las que para entonces estarán obsoletas. Los planes, que además de la nuclear incluyen también la expansión de otras tecnologías como los combustibles fósiles, las energías renovables, el suministro de gas y gasoductos y oleoductos y las redes eléctricas, deben ahora pasar por el Parlamento.


Las nuevas plantas tendrán que prever el impacto de grandes inundaciones

Aunque los liberales-demócratas se han opuesto históricamente a acabar con la moratoria nuclear, no es un tema que vaya a fragmentar la coalición con los conservadores porque la única condición que pusieron al entrar en el Gobierno fue poder hablar en contra de la energía nuclear durante el eventual debate parlamentario y tener libertad de voto. La aprobación parece asegurada porque fueron los propios laboristas, ahora en la oposición, quienes impulsaron el fin de la moratoria nuclear cuando gobernaban.

Ni siquiera las dudas sobre la energía nuclear que ha generado en buena parte de la opinión pública mundial la catástrofe de la planta japonesa de Fukushima parecen capaces de forzar un cambio en los planes británicos.

Tras el tsunami de Japón, Londres encargó al jefe de los inspectores nucleares británicos, Mike Weightman, que evaluara el impacto que podía tener Fukushima en los planes nucleares británicos. Weightman publicó el 18 de mayo un informe preliminar en el que concluía que las nuevas centrales debían incrementar las medidas para prevenir el impacto de grandes inundaciones.

El Gobierno británico ha añadido ahora esa recomendación a las condiciones bajo las que se pueden construir nuevas centrales. Y ha ratificado la lista de ocho emplazamientos previstos para construir las nuevas plantas. En siete de ellos existen ya ahora centrales nucleares: Bradwell, Hartlepool, Heysham, Hinkley Point, Oldbury, Sizewell y Wylfa. En Sellafield no hay ninguna central nuclear activa, pero es el mayor centro nuclear del país porque acoge las instalaciones de procesamiento de residuos nucleares.

El anuncio del Gobierno recibió la bienvenida de los principales grupos privados que proyectan poner en marcha las nuevas centrales, como EDF Energy, que posee y opera ya en ocho nucleares británicas, o Eon UK y RWE Power, que han formado el consorcio Horizon para construir dos de las nuevas plantas. Amigos de la Tierra, sin embargo, se opone a la construcción de nuevas centrales y al incremento del uso del gas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, porque considera que eso va a suponer un freno en las inversiones en energías renovables.